viernes, 28 de febrero de 2014

Humanismo (Presentación III)




Cualquier interesado en el humanismo, con solo dedicar un rato a repasar la ingente bibliografía sobre el tema, se encontrará con multitud de definiciones sobre este concepto. Son muchos los especialistas que han aportado una definición propia del término, y este no es el lugar de repasarlas, o de proponer una nueva.

Muy brevemente podría decirse que el humanismo es un complejo fenómeno cultural que supone una manera particular de entender y expresar las posibilidades del ser humano. Me gustan especialmente las interpretaciones que conciben el humanismo como una corriente o tradición cultural que se ha manifestado en distintos momentos y con diferente intensidad a lo largo de la historia, y que se refleja en una determinada actitud de los artistas e intelectuales hacia sus creaciones.

No cabe duda de que el humanismo vivió una etapa dorada entre los siglos XV y XVII, cuando se desarrolló por toda Europa, como prueban grandes personalidades de diversos países: Erasmo, Guillaume Budé, Leonardo Bruni, Luis de Camoes, Rodolfo Agrícola, Janus Pannonius, Tomás Moro, o Comenio.

Es cierto que estos personajes (y muchos otros) tuvieron un papel destacado en el desarrollo de la cultura europea, y merecen el distintivo de humanistas. Menéndez Pelayo mostró su admiración por ellos de la siguiente forma:

todo parece pequeño en confrontación con estos patriarcas de la cultura moderna, que se llaman Erasmo, Aldo Manucio, Enrique Stéphano, Vives o Arias Montano, cada uno de los cuales hizo la obra de un siglo entero de eruditos.

Pero como he advertido, en mi opinión el humanismo no se ciñe únicamente a un periodo histórico determinado, sino que podríamos calificar de humanistas a intelectuales de otros periodos que hayan mostrado en su pensamiento un enfoque similar de la vida y de la relación con la cultura y el conocimiento. Ello permitiría dar cabida entre los ‘humanistas’ a muchos autores grecolatinos, otros del periodo medieval, o de la Edad Contemporánea.

 También, cómo no, tiene que haber entre los humanistas representantes de otras culturas, ajenos a la civilización occidental. Debido a que la actitud humanista es al menos en potencia un atributo común de todos los seres humanos, resulta presuntuoso y etnocéntrico limitarla únicamente a los miembros de una determinada cultura, en este caso la nuestra.

 En mi opinión, lo verdaderamente importante de los planteamientos humanistas ( y de los estudios que obligatoriamente conllevan), son sus resultados. Luis Vives, el célebre humanista valenciano, sintetizó esta idea con una frase que comparto plenamente: “Humanidades se llaman estas disciplinas, hágannos pues, humanos”.

Con esta reflexión termina la entrada de hoy, puesto que de las posibilidades del humanismo y su inherente correspondencia con la educación hablaremos el próximo día.



jueves, 27 de febrero de 2014

Cultura clásica (Presentación II)



La segunda entrada de este blog va a dedicarse a la cultura clásica. Entre las definiciones establecidas por el diccionario de la RAE para el término ‘clásico’, me llaman la atención las siguientes:
1. Se dice del período de tiempo de mayor plenitud de una cultura, de una civilización.
2. Dicho de un autor o de una obra: Que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia.
3. Perteneciente o relativo a la literatura o al arte de la Antigüedad griega y romana.
Combinando las tres definiciones, podría decirse que las culturas griega y romana supusieron una época dorada de la civilización Occidental, y que por tanto, algunas de sus creaciones resultan modelos dignos de imitar por los intelectuales posteriores. De acuerdo con esta idea, comparto unas palabras de Juan Ramón Jiménez, que a mi parecer, sintetizan a la perfección el significado del término: “Clásico, es decir actual, es decir, eterno”. Esto implica que las obras verdaderamente clásicas son aquellas que a pesar del transcurso del tiempo, siempre mantienen su actualidad, su utilidad y belleza para las generaciones venideras.
También Isaías Lerner sostuvo que una característica esencial de los textos clásicos es su capacidad de responder a las interpelaciones de los lectores de todos los tiempos, con respuestas adecuadas a las circunstancias históricas de cada lectura. Algo similar opinaba Paul O. Kristeller, quien afirmó que durante toda su vida había creído firmemente en el valor permanente de los estudios clásicos y de la educación clásica:
No nos dan respuestas o soluciones para los problemas morales, sociales o intelectuales a los que nos enfrentamos, pero sí una perspectiva. Ningún volumen de información nos aliviará la tarea de elegir al actuar, tarea que debemos cumplir todos los días.
Partiendo desde esta convicción, de que algunos textos grecolatinos siguen siendo válidos para la formación de las personas de nuestro tiempo, quiero dar cabida aquí a mis lecturas favoritas de autores como Quintiliano, Marco Aurelio, Aristóteles, Cicerón, Epicteto, Platón, Boecio, etc. La idea será siempre valorar si las enseñanzas de estos maestros que vivieron hace ya muchos siglos pueden seguir aportando lecciones positivas para la gente del hoy y del mañana. Al fin y al cabo, como escribió Quintiliano (Inst.  XII, 11, 22):
La antigüedad nos ha provisto de tantos maestros, de tantos ejemplos, para que ninguna edad pueda parecer en la hora de su nacimiento más feliz que la nuestra, para cuya enseñanza han trabajado sin descanso los tiempos anteriores.
Quintiliano se sentía afortunado por haber contado con grandes maestros que vivieron antes que él y contribuyeron decisivamente en su formación. Lo mismo puede decirse de muchos intelectuales posteriores,  ya en la Edad Moderna, que se sentían como “enanos a hombros de gigantes”. Con esta metáfora reconocían el valor que para ellos habían tenido los descubrimientos y reflexiones de sus antecesores.
Miremos pues, de vez en cuando, hacia el pasado, porque si no lo hacemos nos estaremos perdiendo las experiencias y descubrimientos que conforman la cultura de nuestra especie, que es la base de todo progreso social y humano.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Bonam uoluntatem (Presentación I)



Un saludo con mi bienvenida, me llamo Guillermo Soriano y soy el autor de este blog.
En esta primera entrada voy a explicar el significado de las dos primeras palabras del título. He elegido la expresión latina bonam uoluntatem para dar nombre a este pequeño proyecto. Se trata de las palabras con las que el maestro romano Marco Fabio Quintiliano termina la Institutio oratoria, un tratado educativo dedicado a dotar a los ciudadanos romanos de una sólida formación retórica y humana. Así, tras doce libros y más de 700 páginas, Quintiliano concluye su obra explicando el propósito que ha perseguido con su escritura. Veamos dos traducciones castellanas de este texto (la primera de I. Rodríguez y P. Sandier y la segunda de A. Ortega):

 He aquí, Marcelo Victorio, lo que yo he creído poder contribuir por mi parte al adelantamiento en los preceptos de la oratoria, cuyos conocimientos podrán servir a los estudiosos jóvenes, si no de grande utilidad, por lo menos para hacerlos tener una buena voluntad, que es lo que mayormente deseamos.

Estas eran las explicaciones, Marcelo Victorio, con las que, a mi parecer, podían promoverse a través de nuestra labor las enseñanzas del arte de hablar; si su conocimiento no aportare a los jóvenes que las estudien gran utilidad práctica, que al menos consiga aquello que ciertamente más nos importa: la voluntad de dirigirse hacia el Bien.

Como puede verse, el bonam uoluntatem de Quintiliano, (la “buena voluntad” o la “voluntad de dirigirse hacia el Bien”) se interpreta como una exhortación a la virtud, una defensa del valor moral de la pedagogía. Lo que esto significa es que el antiguo maestro romano priorizó ante todo la finalidad ética de la educación, puesto que entendía la formación del carácter de la persona antecede en importancia a la adquisición de conocimientos y aptitudes que también es parte constitutiva de cualquier proceso educativo.
La relación de estas palabras con la cultura grecolatina, con el humanismo y con la educación en general serán materia para  siguientes entradas. Hasta entonces, amable lector, le planteo si está usted de acuerdo con el planteamiento aquí esbozado: si la educación debe orientarse firmemente desde una posición ética, o si es preferible dejar de lado este posicionamiento y dedicarse  a conseguir unos objetivos de carácter más puramente práctico o académico.