En esta cuarta y última entrada
introductoria, hablaré sobre la educación.
La educación es un proceso único
que nos separa del resto de las especies que pueblan nuestro planeta.
Los humanos al nacer somos seres extremadamente vulnerables, y durante la
infancia, un largo periodo (que equivale o supera a la vida
completa de muchos animales), seguimos siendo dependientes de otras
personas de mayor edad. En todo este tiempo, crecemos física y mentalmente,
preparándonos día tras día para poder afrontar nuestra vida como adultos.
Pero la educación no acaba al
alcanzar la madurez, sino que se prolonga durante toda nuestra existencia:
seguimos aprendiendo continuamente: nuevos conocimientos, nuevas
habilidades, nuevas estrategias para
adaptarnos al cambiante mundo que nos rodea. Esto es así desde un pasado
remoto, en el que nuestros antecesores homínidos confiaban a sus cerebros la
información más útil para luchar por la supervivencia.
Así, desde la prehistoria, la educación
acompaña a las personas y sin ella estaríamos perdidos. Hace decenas de miles
de años necesitábamos aprender las técnicas apropiadas para sobrevivir en la
naturaleza: tallar herramientas, encender fuego, conocer los hábitos de los
animales, etc. Hoy necesitamos aprender idiomas o manejar una tecnología que
evoluciona a velocidad vertiginosa.
En suma, la educación es parte
primordial de la cultura, de la transmisión de los saberes y experiencias que
articulan la vida humana, y que van pasando de generación en generación.
En la siguiente entrada hablaré de
los valores y posibilidades que la educación grecolatina y
humanística pueden aportar a las
personas de nuestro tiempo. Para despedirme, les dejo con una reflexión del filósofo
Tveztan Todorov:
“Quizá el humanismo pueda
resolver algunos problemas de nuestra sociedad actual, y por eso hay que acudir
a él. Por tanto, la empresa humanista nunca puede detenerse: el pensamiento
humanista propone una elección práctica, una apuesta. Los hombres son libres y
puede salir de ellos lo mejor y lo peor. Pero el hombre puede superarse a sí
mismo, y existe un camino posible, al que llamamos educación”.
Excelente entrada, y seguro que es interesante atender a las aportaciones de un historiador de la educación. Creo en este sentido que la educación es un fenómeno cultural que no sólo incluye conocimientos y metodologías, sino algo quizá más importante pero menos considerado: metas, fines, ideales (aunque muchas veces irrealizables, regulativos) La educación siempre cabalga hacia un ideal de humanidad, de civismo, si se quiere. Por ejemplo, a educación que pretende Platón nada tiene que ver con el modelo ilustrado de educación, y es que son muy diferentes los fines de la República platónica de los fines de la sociedad moderna. De ahí que la reflexión no deba recaer sólo sobre la metodología o los contenidos a impartir, sino también sobre aquellos fines que fundamentan y vertebran todo lo demás. Antes de nada, preguntémonos: ¿qué queremos conseguir? David Porcel
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario David.
ResponderEliminarMe interesa mucho lo que dices sobre la orientación de la educación hacia una serie de ideales que vienen marcados por la sociedad. Y coincido contigo en la pregunta que debería guiar cualquier proyecto educativo ¿qué pretendemos conseguir?
Es un interrogante muy peligroso porque implica que la educación transforma a las personas...¿qué pasa si queremos formar gente sometida? Lamentablemente la historia demuestra que las personas pueden ser educadas para ser esclavas o para seguir hasta las últimas consecuencias cualquier tipo de ideología.
Un abrazo amigo, y muchas gracias por tu interés.
En efecto, la cuestión de los fines es un arma de doble filo, por eso creo especialmente interesante que haya una labor reflexiva sobre la conveniencia o inconvenencia de los fines de la educación. Lo que veo es que muchas veces la cuestión de los fines queda -deliberada o inconscientemente- ocultada por parte de las autoridades o expertos en materia educativa. Es decir, la cuestión de la legitimidad de tal o cual programa no se aborda, en mi opinión, debidamente, y ello explica el consentimiento tácito a aprobar todo proyecto o programa que sea innovador o encaje en la coyuntura del momento. Un abrazo.
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