martes, 15 de abril de 2014

Entre riqueza y necesidad

En cualquier época de la historia, las personas se han afanado en la consecución de bienes materiales: cabezas de ganado, campos de cultivo, objetos de uso cotidiano,  productos de lujo, etc. En suma, todo aquello que sirve para cubrir las necesidades humanas, desde las más básicas (alimento, vestido, cobijo, salud), hasta las más refinadas (ocio, prestigio, posición e influencia social). Son pues muchos los fines para los que puede usarse la riqueza, que ofrece innumerables posibilidades a quienes la poseen.
Pero si bien este es un hecho recurrente desde las primeras comunidades humanas, recientemente ha experimentado una importante intensificación. Vivimos en un mundo en que la mentalidad capitalista ansía convertirlo todo en mercancía, llegando a equiparar el éxito en la vida e incluso la felicidad del individuo con su capacidad económica y la acumulación de todo tipo de bienes. Tenemos ante nosotros una infinita variedad de servicios y artículos a la venta, muchos de los cuales pueden ser beneficiosos para el comprador, al que proporcionarán alguna utilidad o satisfacción más o menos evidente.
El problema estriba en el continuo acrecentamiento de las “necesidades” de los consumidores: la economía de mercado se autoalimenta mediante la creación incesante de novedosos estímulos comerciales. La constante aparición de nuevas mercaderías tiene un efecto positivo en cuanto posibilite mejorar la calidad de vida de las personas y no conlleve aparejados perjuicios de tipo social, medioambiental, o de otra índole. Sin embargo, sería deseable educar a los ciudadanos en hábitos de consumo, para que lo lleven a cabo de manera consciente y comprometida. Frente a la omnipresencia publicitaria del “comprar más” debería insistirse en “comprar mejor”.  
Ello serviría al propósito de no reducir a la persona a ser mero usuario de productos, cliente de experiencias y espectador de la vida. Pienso que racionalizar el uso del dinero y efectuar un consumo coherente redundaría en un aumento de nuestra autonomía y capacidad de decisión; en una mayor libertad, bien entendida.
En resumen, la riqueza proporciona al ser humano un abanico casi infinito de posibilidades. El dinero es una herramienta muy útil que amplía opciones y facilita el día a día. Pero nunca debe convertirse en la única o más importante aspiración vital. Podríamos considerarlo un medio que contribuye a la construcción de la felicidad o a la realización personal, pero jamás servirá para reemplazar lo que verdaderamente define a un ser humano: su carácter y sus acciones.
El dinero no corrige los defectos, no agudiza la inteligencia, ni mejora la educación. De hecho, una persona bien formada apreciará  mejor sus posibilidades. En este sentido, lo realmente importante es el uso que podemos hacer de él: Cicerón dejó escrito que la mayor ventaja que tiene la riqueza es que proporciona la oportunidad de hacer el bien, que prefería a un hombre carente de riqueza que a un rico carente de humanidad, y advirtió que no solamente la fortuna es ciega, sino que frecuentemente, vuelve ciegos a aquellos que abraza.
Así, como contrapunto al consumismo compulsivo y las insatisfacciones  que genera un modo de vida regido por la avidez económica, en la próxima entrada se ofrecerán algunos ejemplos  de personajes del mundo antiguo que mostraron indiferencia, rechazo, o incluso desprecio frente a la riqueza.




2 comentarios:

  1. Hola Guillermo,
    Estoy totalmente de acuerdo con esta teoría, los más valientes son precisamente los que no caen en la trampa del consumismo.
    Al final son los más inteligentes y los que poseen mayor riqueza interior.
    Saludos Nerea Pérez

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  2. Buenos días Nerea.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Me parece interesante la identificación que haces del consumismo con una trampa en la que se puede caer. Creo que es una metáfora razonable, y el símil es visualmente muy poderoso: el consumismo excesivo podría ser un tipo de trampa en la que cuanto más te adentras, más daño puedes sufrir y más complicado resulta salir de ella.
    Un saludo y gracias por tu aportación.

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