lunes, 30 de junio de 2014

La vida de Boecio


Boecio fue un filósofo de la Antigüedad cuya vida me parece especialmente interesante. En grandes líneas su biografía podría resumirse como sigue:

Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio  nació en torno al año 480, en el momento de la desaparición del imperio romano de occidente. Provenía de una antigua y poderosa familia,  que le proporcionó una esmerada educación y facilitó su ascenso social. Boecio llegó a ser cónsul en el año 510 y primer ministro del rey ostrogodo Teodorico el grande. En torno al año 524 fue acusado de conspirar en favor del imperio bizantino, por lo que fue encarcelado y posteriormente torturado y decapitado. Durante los meses que estuvo prisionero, aguardando su ejecución, escribió una obra titulada La consolación de la filosofía, en la que sostiene que la felicidad no depende de los avatares de la fortuna, sino que se consigue viviendo una vida virtuosa.

Más allá de este reducido repaso por su trayectoria vital, creo que hay en la vida y obra de Boecio múltiples lecciones de utilidad para los lectores contemporáneos. En primer lugar, el periodo histórico en que vivió resulta fascinante, pues se enmarca en plena transición entre el final del imperio romano y lo que podrían considerarse como los albores de la Edad Media en Europa. Se trata de un mundo que asistió a cambios y transformaciones muy importantes, pero en el que al mismo tiempo persistieron numerosas continuidades de la sociedad y la cultura latina: Roma no se construyó en un día, y su legado tampoco desapareció repentinamente, sino que las esencias de la romanidad convivieron largo tiempo con las nuevas formas y costumbres propias de los pueblos germánicos.

La vida de Boecio estuvo marcada por el estudio y por la actividad política. Leyó a los grandes autores griegos y latinos y participó desde primera línea en las actividades del gobierno. Durante mucho tiempo disfrutó de los mayores éxitos: experimentó la fama, la riqueza, los honores, el reconocimiento social, etc. En definitiva, Boecio tuvo una vida privilegiada.

En mi opinión, estas circunstancias tan positivas debieron hacer que Boecio se considerase feliz y afortunado. Pero sus inclinaciones filosóficas y sus vastos conocimientos de la condición humana sin duda hicieron que Boecio no fuese una persona de las que se dejan llevar por las apariencias o las frivolidades, sino de aquellas que reflexionan continuamente acerca de qué es lo verdaderamente importante.

Para él, la ética fue materia de constante estudio y meditación, y trató de seguir una serie de valores y pensamientos que le encaminaran hacia un modelo vital en el que los verdaderos bienes son aquellos que proceden del propio comportamiento y actitud, siendo todo lo externo a ello circunstancias accesorias. 

Desgraciadamente, Boecio tuvo oportunidad de poner a prueba  sus convicciones morales y su fortaleza mental, puesto que desde la cumbre de la felicidad fue arrastrado bruscamente hasta la peor de las situaciones posibles: la del reo condenado a muerte que espera que llegue el día de su ajusticiamiento.

Durante su estancia en prisión y mientras aguardaba a ser ejecutado, Boecio decidió emplear sus últimos momentos en plasmar por escrito sus pensamientos. Como resultado tenemos una obra magnífica y conmovedora: La consolación de la filosofía.

En la próxima entrada mostraré una recopilación de pasajes escogidos de esta obra.


viernes, 20 de junio de 2014

El combate de los lobos



 (Es cuento que leí en algún sitio, atribuido a la cultura de los indios americanos y que ofrece una muestra sobre los valores humanos transmitidos en su pedagogía)

Hace doscientos años, vivía un viejo jefe de la tribu Cherokee. Durante su vida fue un buen líder de su pueblo y demostró muchas veces ser una persona inteligente, justa y generosa. Siendo respetado por todos por su bondad y sabiduría, llegó a convertirse en  un hombre muy anciano. Debido a su fama como maestro, cada año venían a verle niños y jóvenes de otras tribus: Apache, Sioux, Omaha o Cheyenne, que querían pasar un tiempo con el afable viejecito para aprender de él.

Una noche, mientras el viejo jefe estaba sentado alrededor de la hoguera junto con algunos muchachos, se escucharon a lo lejos unos escalofriantes aullidos.

-¿Qué sucede, maestro?- preguntó uno de los niños.

-Son dos lobos que están luchando por liderar su manada- contestó el viejo.

Todos se quedaron callados, escuchando los ecos de los aullidos, que poco a poco se fueron alejando. Cuando la noche quedó en completo silencio, el anciano pidió a los chicos que se acercaran para contarles una historia. Les dijo:

En el interior de cada uno de nosotros, en todos los momentos de nuestra vida, se está librando un terrible combate entre dos grandes lobos que quieren hacerse dueños de nuestra persona.

Uno de los lobos es fuerte y astuto. Es tranquilo, paciente y fiel a los suyos. Se preocupa por el bienestar de su manada y quiere ser un buen jefe para todos. Por eso siempre se muestra atento, amable y respetuoso con los demás lobos.

El otro lobo es igual de fuerte, pero es agresivo, egoísta y envidioso. Sólo se preocupa por sí mismo, ambiciona el poder y se pasa el tiempo andando de un sitio para otro,  gruñendo y mostrando sus garras y colmillos al resto para que le teman.

Estos dos lobos viven dentro de cada uno de nosotros y libran una guerra sin cuartel en nuestro interior. Dependiendo de cual gane cada batalla, las personas se comportan de una manera o de otra. La gente en la que prevalece el lobo pacífico está en calma, vive tranquila y se porta bien con los demás. Sin embargo, los dominados por el lobo violento son irascibles, sufren envidia y ansiedad, y se comportan cruelmente con sus semejantes.

Los niños quedaron sorprendidos y durante unos minutos permanecieron sumidos en sus pensamientos, reflexionando sobre la historia que acababan de escuchar. Finalmente, uno de ellos preguntó al anciano: -Maestro, ¿cómo podemos saber cuál de los lobos ganará la guerra en cada uno de nosotros?- .

El viejo jefe sonrío antes de responder: -Es muy sencillo: ¡ganará el lobo al que  alimentemos más!-.

martes, 3 de junio de 2014

La inspiración clásica del "donoso escrutinio"

Uno de mis capítulos favoritos del Quijote es el sexto, que relata el “donoso y grande escrutinio” que tuvo lugar en la librería del ingenioso hidalgo. Preocupados por la cordura de su vecino, el cura y el barbero decidieron examinar su biblioteca para sacar de allí todas aquellas obras que pudieran tener un efecto pernicioso en su salud mental. Así, “la muerte de aquellos inocentes libros” sirve a Cervantes para construir un divertido episodio, que a la vez repasa con juicio crítico la literatura de caballerías.
Pese a la relevancia de este pasaje, no es muy conocido el hecho de que su composición pudo estar inspirada por el conocimiento cervantino de la literatura clásica. No obstante, estudiosos como Marasso y Roldán han señalado que a la hora de planificar su redacción, Cervantes tuvo como referente uno de los capítulos más conocidos de la Institutio oratoria (el primero del libro décimo) en el que el célebre maestro de oratoria Marco Fabio Quintiliano ofrecía un análisis examinador de la literatura grecolatina.
Marasso en “La categoría del Amadís” afirmó que:
…fue un gran acierto de Cervantes empezar el escrutinio con el Amadís de Gaula. Seguía, quizá por intuición de su propio genio, el orden jerárquico de los dioses en el canto del pastor virgiliano. Pero el cumplimiento de este precepto de Virgilio se debe más bien en Cervantes a la sugestión de Quintiliano. Cuando escribía los primeros capítulos del Quijote había leído las Instituciones oratorias. El donoso escrutinio, guarda relación con el catálogo razonado de autores del libro X de las Instituciones. El retórico latino sugirió a Cervantes este examen crítico de obras.

Para reforzar esta argumentación puede añadirse que Quintiliano empezó su comentario de los autores griegos y romanos por Homero, al que califica como "modelo" y "origen" sobre las partes de la elocuencia. Cervantes hizo lo mismo con Amadís, que entre los caballeros andantes es: "el primero, del que todos los demás tienen principio y origen".
Esto concuerda con la opinión de Roldán (“Cervantes y la retórica clásica”), quien subraya el paralelismo del pasaje de la Institutio oratoria con el escrutinio que Don Quijote hizo sobre los caballeros andantes para dar dilucidar cuál había sido el mejor.
En suma, la narración cervantina, que ciertamente rebosa gracia y donaire, supone un contrapunto humorístico al recorrido crítico de carácter didáctico y erudito por la literatura griega y latina que había hecho Quintiliano. Ello supone un nuevo ejemplo de cómo los escritores del Siglo de Oro edificaron sus obras partiendo desde las autoridades clásicas. Pero dado su ingenio creativo, lo hicieron con libertad: transformando los medios y los fines, adaptando algunas ideas y desechando otras, y sirviéndose de los recursos de los textos antiguos para alumbrar nuevas creaciones dotadas de un carácter propio, original y novedoso.