Un invierno hace ya unos cuantos
años, en Pradillo, estuve leyendo Los
trabajos y los días. No sé muy bien cuál puede ser la razón, pero todavía recuerdo
muchos detalles sobre aquella lectura: la cocina de casa de mis abuelos calentada
con leña, el libro rojo sobre el hule de la mesa redonda, repitiendo
mentalmente cada frase de la obra que llamaba mi atención.
Es por ello que guardo un cariño
especial por este pequeño libro y por lo que diez o doce años después he
vuelto a leerlo. Es un escrito breve, en el que Hesíodo, un poeta griego que
vivió hace veintisiete siglos, pinta una bella descripción de los quehaceres de
los campesinos de su tiempo. Junto a una información muy valiosa sobre los usos
y costumbres de la época, Los trabajos y
los días ofrecen al lector contemporáneo algunas reflexiones de naturaleza
moral y otras que muestran el sentido común de un hombre de campo bien
instruido.
Quizá por eso la figura de Hesíodo
me parece tan atractiva, pues dista mucho de ser un intelectual típico. Su vida
en la naturaleza es ejemplo de la sabiduría del ámbito rural, cuyas riquísimas
tradiciones culturales han sido decisivas en el devenir histórico.
Estas son algunas de sus frases:
De la maldad puedes coger
fácilmente cuanto quieras; llano es su camino y vive muy cerca. De la virtud,
en cambio (…) largo y empinado es el sendero hacia ella.
El hambre siempre acompaña al
holgazán.
No te hagas rico por malos
medios.
Aprecia al amigo y acude a quien
acuda a ti.
La confianza y la desconfianza
pierden a los hombres.
No siempre será verano; procuraos
cabañas.
El alba que, al despuntar, pone
en camino a muchos hombres y el yugo a muchos bueyes.
Reconoce el valor de la nave
pequeña, pero coloca tus fardos en una grande.
Guarda las proporciones; la
medida en todo es lo mejor.
La mala reputación es ligera y
muy fácil de levantar, pero dura de soportar, y es casi imposible quitársela de
encima.
Nunca tu pensamiento desmienta tu
cara.
El hombre ruin se busca un amigo
diferente en cada ocasión.
El mejor tesoro en los hombres,
una lengua parca (…) Si hablas mal, pronto oirás tú peor.
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